El sábado 13 de junio a las 12.30 horas se inauguró en el EspacioFotográfico del Teatro de la Ribera —con la curaduría de Juan Travnik— la muestra Abrir el juego, ensayos de Claudia Fainguersch, Lucas Cheja, María José D´Amico, Paula Harrington.
Podrá visitarse a diario hasta el 31 de agosto, en el horario de martes a domingo de 10 a 20 horas y los lunes de 10 a 16 horas. La entrada es libre.
Teatro de la Ribera Avenida Pedro de Mendoza 1821 (colectivos: 20, 25, 29, 33, 46, 53, 54, 64, 86, 129, 152, 159 y 168).
Con las fotografías de juguetes y pequeñas maquetas que componen la muestra Abrir el juego, cada uno de los cuatro autores ha desarrollado una narrativa personal y un estilo visual propio, presente en cada una de las imágenes. Los ensayos, que en una primera mirada transmiten un clima infantil, presentan en realidad diferentes propuestas que apelan al espectador de distinto modo, cruzando sensaciones que mezclan lo real con lo imaginario.
Los soldaditos de plomo se convierten, en la mirada de Lucas Cheja, en protagonistas anónimos de escenas de guerra. Imágenes oscuras, soldados borrosos y escenografías austeras universalizan el relato, aumentando su impacto al mostrar más la violencia y el horror que un conflicto en particular.
María José D’Amico presenta una serie de retratos de muñecos y personajes convertidos en íconos de distintas generaciones. Con ellos estimula al espectador a jugar con su propio recuerdo frente a una grilla realizada con las características de las fotos para documentos. Algo parecido ocurre con la serie de autitos y camiones gastados sobre fondo blanco, imitando la imagen de los catálogos.
Un mundo más ambiguo surge en la propuesta de Paula Harrington, una serie de retratos y pequeños grupos, engañosa y perturbadora, que confunde a quién la mira sin que pueda desentrañar, a primera vista, cuál es la foto de una muñeca y cuál la de un auténtico bebé.
Por su parte, Claudia Fainguersch crea, con pequeñas escenografías que arma de manera muy cuidada, los escenarios en los que desarrolla escenas que recuerdan la atmósfera del policial negro. Esas escenas son protagonizadas por pequeñas maquetas de ciudadanos anónimos que se convierten, en la imaginación de la autora, en personajes comunes y misteriosos a la vez.